viernes, 18 de abril de 2008

Lucía Fer

Les dejo otro de mis cuentos.

Desde que llegué a esta pequeña ciudad rodeada de edificios que no dicen nada sospeché que algo me iba a ocurrir, no por la horrorosa impresión que me causaba el barrio, ni por los contornos desdibujados de las sombras entre la niebla, nada de eso, era la presencia del Diablo la que me daba escalofríos de placer.
Jamás lo imaginé. Estaba tieso, capaz de tragarme de un solo mordisco. Algo había en claro: mi fuerza no podría contra su poder. Opté por matarlo, pero la pelea duró sólo un minuto, el tiempo necesario para entender lo que ocurría.
Su aroma era perfecto, me condicionaba, me limitaba a pelear, su figura a pesar de tener aspecto demoníaco, podía conmigo.
Se dio vuelta. Me miró como mira el Diablo –claro-, se volvió sobre sus pasos, puso su boca en mi boca y me besó. El Diablo es la mujer más perfecta que haya visto jamás.
Sus besos de azufre transmiten amor ardiente, lenguas de fuego que traspasan cualquier límite mental.
Ahora – en mis tardes sin alma- tengo horrendas pesadillas. Sólo vivo con el temor y la esperanza de volver a encontrarme con aquel demonio-hembra de piel suave y morena, y ojos indescriptibles; aunque esta vez su vaginal mordisco me vacíe por completo y me absorba hasta lo más profundo de su satánica presencia.
Es difícil encontrarse con el Diablo, pero yo lo hice. Bendito seas rey de los infiernos, sagrados serán tus besos y tu poder.

1 comentario:

Anónimo dijo...

nadie nos cree... pero como a vos o a David Lebón, nos ha pasado tener un "encuentro con el diablo".
Muy bueno.

Nico www.laparroquiaderoberto.blogspot.com